miércoles, 18 de marzo de 2009

BAFICI: Lo que se vera Parte 7

BLACK SIN Danièle Huillet




En Black Sin, los Straub regresan al Empédocles de Hölderlin y al Etna. Se trata de un oscuro texto político y los personajes que han subsistido caminan sobre cenizas negras como fantasmas de otro mundo. Es un texto de despedida y de recuerdo. Al final de la película, una extraña mujer repone a los desaparecidos, conjura el “espíritu vivo” y pide “una inundación después de la sequía”. En ese momento, el fragmento de Hölderlin también se queda mudo.




BLIND PIG WHO WANTS TO FLY Edwin




Con una actitud explícita de dinamitar cualquier frontera cultural, la ópera prima de Edwin propone una narración que si bien se ubica en la Indonesia actual proyecta el problema de la identidad nacional de sus personajes y de sus imágenes más allá de cualquier paradigma. Desde un surrealismo moldeado en la era del Google Earth, Blind Pig Who Wants to Fly es una narración desmembrada con textura onírica que nunca llega a convertirse en un collage de sketchs extraños porque consigue mantener una estilización y un tono perplejos en cualquiera de esas situaciones alucinadas, forjadas por una imaginación precisa pero enrevesada. Pasando del melodrama familiar y sexual a un reciclaje pop con mirada impávida, que desencadena algo parecido a una comedia musical minimalista al ritmo obsesivo de “I Just Called to Say I Love You”, la película atraviesa la religión, el deporte, la profesión y la sexualidad de personajes que, aunque por momentos parecieran marcianos, son convertidos por la película en seres de una humanidad desconcertante.











BONUS TRACK Raúl Perrone



Bonus Track y 180 grados –también presente en esta edición– forman parte de lo que Perrone se anima a llamar una "nueva trilogía", cuya tercera pata está aún en proceso. Las películas pueden verse de manera independiente, aunque ciertamente tienen puntos de contacto. Casi quince años pasaron desde Labios de churrasco, pero los personajes de Perrone no han envejecido: siguen siendo adolescentes, jóvenes. Lo que ha cambiado ha sido el ambiente y las marcas culturales. Del videoclub y el fulbito pasamos a la PC y el mundo skater, y el rock suburbano de los primeros films vira a una música menos nítida, más ambiental. En estos años, además, el estilo Perrone se ha asordinado: ya no importa tanto lo que los personajes dicen o hacen, como el ruido que hacen al hablar o la sombra de sus movimientos. En Bonus Track, los protagonistas tienen un lugar de reunión secreto que funciona como código de iniciación: un viejo cine abandonado y convertido en pista donde practican –no muy bien– sus saltos, despreocupados del efecto nostálgico que el espacio tendrá en los espectadores de esta película y en el propio realizador.

BOOGIE Radu Muntean

Un film rumano que presenta suficientes novedades sobre modelos premiados años anteriores (4 meses, 3 semanas, 2 días) como para que casi podamos hablar de una nueva ola del cine rumano. En su película anterior (The Paper Will Be Blue), Muntean también se había centrado en los últimos días de Ceaucescu. Ahora sus intereses parecen hallarse mucho más lejos, sin necesidad de recurrir a coartadas políticas o estéticas a la moda de cara a la galería. Bien avanzada la película, uno de los protagonistas llama la atención a uno de sus amigos sobre una emisión televisiva: "Mira, Seúl". Somos conscientes entonces de que estamos asistiendo a una traslación a Rumania de las típicas historias de Hong Sang-soo: ambientación en una ciudad de vacaciones en temporada baja, reencuentro de unos amigos al cabo de varios años, el peso del pasado que deja traslucir el desencanto del presente, largos planos secuencia... Boogie es un cuento moral profundamente melancólico.

BORIS RYZHY Aliona van der Horst

La poesía, la mafia rusa, la Perestroika, el amor y el suicidio: todo eso confluye en el corazón de la figura de Boris Ryzhy e, inevitablemente, en el de Boris Ryzhy, el documental de Aliona van der Horst sobre la vida y obra de uno de los poetas rusos más importantes de fines del siglo veinte. “Todos mis poemas tratan acerca de la vida y la muerte… pero más allá de todo, estoy contento con mi mujer y mi hijo”, declaró una vez Ryzhy, y poco tiempo después, a sus 26 años, se ahorcó. Ese fantasma confuso y principalmente indescifrable es el que esta película trata no sólo de evocar, sino también de materializar, a la manera de un médium. Las viejas cintas grabadas por el poeta atraviesan a Boris Ryzhy, dando vuelta a las imágenes suburbanas que lo inspiraron y que mantendrán su obra viva por mucho tiempo. Una película de amor, en última instancia.







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