Con Supercool, Greg Mottola no sólo tuvo otro de los hits instantáneos de la (a esta altura conocida como) “factoría Apatow”; también logró la que probablemente sea la mejor película estudiantil desde Colegio de animales (¿la mejor de todos los tiempos?). No es de extrañar en alguien que, además de manejar bien los gags en cadena, había demostrado ya en The Daytrippers cómo levantar el peso específico de una película con sólo darle un poco más de espacio a los personajes. En Adventureland, Mottola retrocede a los años ’80 y nos instala en un parque de diversiones de medio pelo, donde el chico virgen de turno (Jesse Eisenberg) tratará de sacarse el estigma mientras se pregunta de qué le sirve su diploma en estudios renacentistas. Contra la idealización de la década reaganiana, Mottola nos recuerda que no sólo The Cure y Hüsker Dü sonaban en la radio sino también –y mucho más– Poison, Foreigner y todas esas bandas que le gustaban al personaje de Mickey Rourke en El luchador. Cuanto más real, mejor es el chiste.
AFTERSCHOOL Antonio Campos
Esta película del veinteañero Campos es quizá la que mejor se ocupa de un nuevo elemento en la experiencia adolescente: la omnipresencia de la cámara, ese Dios democrático que espía sus movimientos y los reproduce en celulares, computadoras y monitores de todo tipo, para el cuchicheo en un pasillo o el pizarrón transversal de YouTube. Robert estudia en un colegio caro y aristocrático, mira y es observado por compañeros y profesores. Él mismo consigue permiso para observar a través de un trabajo videográfico escolar, pero lo suyo se parece más a una pulsión que a una vocación. Campos nos muestra a Robert y, a través suyo, lo que él mira; la cámara es registro permanente, y el voyeurismo de Robert el del propio espectador. No hay inocencia ni naturalidad; las pautas de conducta han sido estudiadas previamente en el reservorio de imágenes que los Robert del mundo siguen produciendo, día tras día, giga tras giga.
AGUA Verónica Chen
Esta es una de las películas más físicas que ha dado el cine argentino en toda su historia. Esa cualidad es una opción estética que Chen y su equipo trabajaron hasta el virtuosismo, y que está justificada porque sus protagonistas son dos hombres marcados por la natación. Desplegando una imaginería inagotable, que por momentos alcanza la abstracción, Chen da sentido a su tema mostrando los cuerpos como masas mecánicas programadas para repetir movimientos precisos. Tanto en la pileta como en el río, la cámara avanza con ellos, capta la tensión de cada músculo e ingresa en el ritmo de sus pulmones. Los diálogos están reducidos al mínimo indispensable, y en lugar de un acompañamiento musical tradicional hay una verdadera partitura de efectos sonoros que sumergen al espectador junto con los protagonistas. Uno arrastra el peso de un pasado difícil; el otro, más joven, se obsesiona con el deporte hasta descuidar sus afectos más inmediatos. Ambos se vinculan primero por accidente, pero luego también porque el mayor se reconoce en el menor. Y, a su manera, tratará de salvarlo.
ALICIA EN LAS CIUDADES Wim Wenders
ALIENADAS Andrew Barchilon
Una secreta colección de cabezas humanas perfectamente conservadas se sitúa en medio de una institución mental que se desmorona en Buenos Aires. Su descubrimiento nos permite comprender, de manera poco convencional, los comienzos de la neurociencia.
ANDRÉS CAICEDO: UNOS POCOS BUENOS AMIGOS Luis Ospina
Hay deudas, hay mandatos. Unos pocos buenos amigos no es narrada por Luis Ospina ni es confesional y, sin embargo, termina siendo tanto de Luis como de su gran amigo Andrés Caicedo y, cómo no, de Cali. Porque Caicedo, el mártir de los cinéfilos, el joven escritor suicida de pelo largo, el crítico de Ojo al Cine, perfectamente podría no existir en la blogósfera pop si no fuera por Ospina. Él se encargó de que Caicedo no se perdiera. Él tomó el riesgo de que Caicedo pudiera opacarlo, quizás sintiendo que a veces en la vida, uno de los roles que pueden tocar es simplemente el de ser amigo de alguien que lo necesita. Unos pocos buenos amigos es la biografía oral y visual de un fantasma. De alguien que ya no está y que está en todas partes. Que ha tocado a todos esos caleños conscientes de que la cumbre de sus existencias ya pasó. Unos pocos buenos amigos funda y le da voz e imagen a Caicedo, sí, pero acaso es al mismo tiempo la cinta más personal de Ospina. Hay amistades y pérdidas que marcan y este film modesto es la prueba, es la marca, y nos hace sentir un poco tristes al captar que no todo el mundo tiene la suerte de tener un amigo como Luis Ospina.
ANTIGONE Danièle Huillet Jean-Marie Straub
Problemas para una archivista: ante un empalme quedan dos descartes. Volver a Brecht y mezclarlo con las Valquirias de Wagner genera, cómo no, un sobresalto en la sucesión "La muerte de Empédocles" y "Pecado negro". El prisma destaca otras tonalidades de un tema: el compromiso de la sociedad, el famoso oxímoron que define al exiliado, Antígona como revolucionaria. También contrapuntea el lirismo con el distanciamiento. Y además de cómo la materia Antígona es moldeada en precisos perfiles, a la manera de un friso, no habría que descuidar cómo los proyectos, prólogos, montaje de fotos y notas de los tres autores participan en conversaciones con sus respectivos coetáneos. Son teorías que exceden los nombres propios del título completo. Pero éste, a su vez, contiene otro punto de quiebre: la alusión al editorial y al año de edición refleja que se pagaron los derechos de autor. La película se abre, al menos, a dos tiempos. Una puesta en escena de lo que nunca sucedió para remover lo impertérrito; una respuesta gratuita, luego de que la marcha inicial empieza a transformarse, a partir de esos actores que vociferan, declaman y callan, desde un teatro abierto, bajo el viento y el sol siciliano, donde momentos como la lagartija pasando rapidito por el encuadre no son excepcionales, a Heidegger y sus acólitos, mientras Alemania se reunifica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario